La mayor parte de las aplicaciones agrícolas utilizan agua como vehículo de los productos fitosanitarios. Por lo tanto, la calidad del agua empleada para este fin incide enormemente en la eficacia de las aplicaciones. La dureza del agua, el pH de la solución y la presencia de minerales y arcillas disueltos, son los aspectos más importantes en la determinación de la calidad del agua. Y, si bien la misma varía según la zona y la época del año, es habitual que el agua extraída en el medio rural frecuentemente presente más de uno de estos elementos. Esta condición influye en la capacidad de solubilidad de los productos a pulverizar y, por lo tanto, en la aptitud para ser absorbidos a través del follaje.